¿Nunca os habéis preguntado sobre la importancia de un
simple brillo de ojos?
No importa si sonríes, si lloras, si estás serio, si
mientes, si hablas o callas, esos ojos, tus ojos siempre dirán la verdad.
Cuando hablas y piensas en otra cosa, o cuando te preguntan
y callas la verdadera respuesta, por muy convincentes que sean los rasgos de tu
cara y la expresión de tus ojos, siempre habrá algo ahí en ellos que te cuenten
la verdad, es como esa frase, aquella que todo el mundo dice: “los ojos son la
ventana del alma”. Ahora comprendo esa frase, es como mirar por un ventanal al
infinito, es como precipitarse, tirarse en un pozo sin fondo, asomarte al borde
de un acantilado, sentir el viento en la cara, las olas rompiendo contra las
rocas y observar el profundo mar que nunca termina de desaparecer a lo lejos de
un color azul intenso. Como sus ojos, los de ella...
Me encantó desde que la vi, lo primero que pensé fue:”joder,
que chica tan guapa, y encima es simpática”.
Era difícil. No podía evitar tontear con ella, se me
erizaban los pelos del brazo cuando la rozaba, acercarme a ella y agarrarla de
la cintura para hablarla al oído en un bar, decirle cualquier gilipollez del
tipo: “que mierda de sitio, hace frío y es feo, pero por lo menos estas tú.” Y
ella se reía, ponía una sonrisa muy grande, una sonrisa picarona, de pilla, muy
bonita, con sus enormes ojos azules a juego. Era preciosa.
Entonces después de la sonrisa, me llamaba imbécil, o me
seguía el rollo.
A mis 20 años, me sentía como un niñato de 13, no se me
ocurría nada mejor para llamar su atención y buscarle las vueltas que hacerle
la zancadilla o acariciarla cuando su novio, o lo que fuera, porque en verdad
era un chico con el que andaba rondando, pero no tenían nada serio, no mirase,
y ella medio me sonría medio no sabía que hacer por él, supongo. Pensaría: si
le digo algo, él se va a dar cuenta y la vamos a liar, así que mejor me hago la
loca.” Además, creo que tampoco decía nada porque en parte le gustaba que lo
hiciese, lo pienso por las veces en las que se reía, o en las que me daba bola,
o por la forma en la que ha terminado todo. En realidad nunca me ha dado bola
acariciándome o haciendo esas cosas tan cantosas, cómo iba ella a hacer eso. Sé
que soy un descarado, pero me encanta serlo, además, era eso o ni acercarme.
Ella solo me daba bola al hablar.
Recuerdo una vez, uno de esos bares, de las pocas veces que
salía por ahí con ella, que me acerqué a decirle algo, y como siempre la agarré
por la cintura y me arrimé a ella todo lo que pude y me dijo: “¿te pegas tú
mucho, no?” con una de esas sonrisas suyas. Entonces me aparté y separé las
manos hacia arriba, e hice un gesto de indiferencia, era un juego, nuestro
juego del “quiero y no puedo”.
-¿Yo? ¡Qué va! ¿Ves? No me pego.
-Ya.-Rió, como siempre.-No sufras, Prometeo.
-¿Prometeo?
-Sí, el Dios griego del fuego.
-Para ti, soy todo pasión, baby.
Me lanzó una carcajada en pleno corazón (igual de dolorosa
que aquella águila que le arrancaba el hígado a Prometeo cada día), se dio la
vuelta rápidamente, haciendo que me rozase en la cara su pelo rojizo con olor a
vainilla, se paró un poco, y luego corrió con él, lo abrazó y lo beso. En esos
momentos yo intentaba alejarme de allí, no me sentía a gusto, sentía
incomodidad, envidia, y deseos de cogerla por la cintura, echármela al hombro, raptarla y llevármela
lejos para mí sólo.
A menudo soñaba despierto con ella al meterme en la cama por
las noches.
Pensar, yo solo entre las sábanas, en ella, en sus caderas,
su pelo, su olor, sus ojos azules, sus labios rojos, su piel, que hasta se
excitaría la luna al rozarla… Aquel sentimiento extraño que sentía mezcla de
impotencia y de otras muchas cosas que no logro identificar, me recordaba a una
frase de una canción de “Extremoduro” que decía, “Su piel, que me corro si me roza su piel”.
Siempre se me habían erizado los pelos de la nuca con esa frase, y ahora mas
que nunca. Pensar en ella de esa forma me producía una erección, y además de
eso, tristeza. Pensar que ese idiota, la tenía sólo para ella. En realidad no
tenía nada contra él, no lo conocía, pero me caía mal por ese simple hecho:
estar con Olga. Me masturbaba con rabia al imaginármela toda ella para mi, y
después ese idiota entraba en mi sueño y nos interrumpía para echarme en cara
de nuevo que era suya, su, de él, y él era el que la tenia entre los brazos,
posiblemente, durante toda aquella noche en la que su ausencia hacia que mi
cama estuviese mas fría que nunca. Aquella noche, él estaría durmiendo con ella,
mientras yo, pobre e ingenuo idiota, la pensaba y la imaginaba jugando entre
mis sábanas.
Me corrí con rabia y asco enfadado conmigo mismo y después
mientras estaba observando los cristales empañados que reflejaban las luces de
la calle en las paredes de mi habitación, me dormí con esa sensación de mal
estar.
-Maldita sea, tío, te
estoy hablando, ¿en que coño piensas?
-Ah, perdona tú, estaba… nada solo me he quedado en blanco,
ya sabes no pensaba nada…
Quique llevaba un buen rato hablándome, y yo ni caso.
En ese momento pasaba por allí un par de niños corriendo,
jugando al “tu la llevas”, uno tropezó y callose al suelo haciéndose una herida
en la rodilla izquierda. Entonces se puso a llorar y su amigo fue, le dio la mano
y lo levantó, se rió de él (o con él), le sacudió el polvo del pelo y le grito
sonriente “Tú la llevas”, mientras salía corriendo.
-El problema de esta sociedad es que es indiferente.
-No es indiferencia, es egoísmo- le respondí.
-O ambas cada una, a nadie le importa lo que pasa a su
alrededor, tienen sus vidas y nadie se solidariza con los demás, antiguamente
en los pueblos, todos se ayudaban, todos se conocían, como una gran familia, si
alguien necesitaba algo no tenia ni que pedirlo, todos lo ayudaban con lo suyo,
incluso las habitaciones de los padres de familia no tenia puerta, todo se
sabia. Ahora no, ahora no te interesa ni como le va la vida a un hermano…
-Todo es un recipiente de cristal de colores adornado y
relleno de nada.
-¿Qué quieres decir?- Me preguntó Quique, greñudo y
desdentado como siempre. Era un tipo agresivo cuando se enarbolaba, activista y
fumador compulsivo, medio filósofo, medio filántropo. Le gustaba irse a correr
por las mañanas y beberse una cerveza nada mas llegar a casa, antes de meterse
en la ducha. Leía revistas viejas del montón que tiene sobre la mesa durante
los anuncios de televisión, odiaba las películas de terror y también la mayoría
de las comedias americanas. Y disfrutaba del desorden de su casa y de sus
ceniceros hasta arriba de colillas.
-Lo que quiero decir, es que en las tardes vacías de verano,
miro a mí alrededor y no veo nada, todo está en silencio, soleado, en calma,
los niños corren y juegan en la calle sonrientes, inocentes, ignorando los
problemas de sus padres, los accidentes que hay en el mundo, los atentados, las
guerras y las masacres, el hambre del tercer mundo, las injusticias, las
dictaduras y las represiones… Niños inocentes e ignorantes viven felices sin
preocupaciones, y tú, desde tu ventana, si quieres puedes ver el mundo así,
tampoco tienes a primera vista todos esos problemas, puedes olvidarte de ellos
y despreocuparte, pero yo no. Puedes ver la luz del sol y la tarde
despreocupada, pero no es más que un vacío emocional sin sentido, es todo
falso, eso que crees es mentira., todo, absolutamente todo.-Miré de forma
serena hacia el frente, le di un trago a la lata de cerveza que tenia entre las
manos y pensé: “Podría olvidarme si quisiera, podría ver todo desde otra
perspectiva, pero no puedo.
Si tú estuvieras aquí, olvidaría todo eso. Si estuvieras, lo
arreglaría todo la cosa más maravillosa del mundo.
Si te tuviera aquí correría las cortinas y te vislumbraría
desnuda mezclada con la textura de las sábanas, te observaría al trasluz de la
ventana, maravillado.
No se escucharía nada, solo el sonido leve de tu respiración
acelerada.
Adelantaría las yemas de los dedos sobre la fina línea que
recorre tu espalda de norte a sur o de sur a norte, y después vagaría entre las
curvas de tus caderas perdiéndome en tu ombligo para caer después por un
acantilado y me perdería allí, y lo olvidaría todo. La mentira del mundo solo
la podría borrar lo único real que conozco, lo único verdaderamente hermoso que
hay en el mundo, solo conozco una cosa en todo el planeta que merezca ser amada
y admirada por el ser humano. Tus labios rojidorados, y tus pechos rosados, el
roce de tus pies jugando entre las sábanas, sentir tus uñas delicadas
recorriéndome la espalda, tu aliento detrás de la nuca, y el leve sudor de tu
cuerpo embriagando mi cama.”
-Oye, tú, de verdad,-Quique había seguido hablando- ¿me
escuchas cuando hablo?
-¿Qué? Ah, sí, sí, claro…
Se me había quedando mirando seriamente acercándose apenas
unos milímetros, observándome con el ceño ligeramente fruncido. Puso una mano
en la barbilla, moviéndose la mandíbula de izquierda a derecha y de nuevo otra
vez, entonces le miré de frente, hasta ahora lo había observado por la mirilla
del ojo, se colocó recto y serio frente a mí, y dijo:
-Tío, me compadezco de ti, te ha quedado fatal.
-¿Qué, de qué hablas?
-Mira chaval, han pasado meses, no sé, ¿cuántos? ¿Seis,
siete, quizá ocho? Y no paras de pensar en ella, yo ya ni siquiera me acuerdo
de su nombre, ¿Cómo se llamaba… mmm…
Mónica?
-Olga, Quique, se llamaba Olga…
-Pues eso, que no sé que haces lamentándote aún, olvídala,
ni siquiera la has vuelto a ver, no sé cómo te han hundido tanto, si solo fue
un polvo, ¿no?
-Fue, mucho más que eso. Esa chica era perfecta, era lo más
precioso que he tenido nunca. No fue solo un polvo, y no fue ni siquiera el polvo…
-Que no Fer que no, que una tía no te puede quedar así de
tonto, que hay muchos peces en el mar…
-Sí, peces sí, pero sirenas muy pocas y muy difíciles de
encontrar.
-Dios, no quiero verme nunca en tu pellejo.
-Deja el tema mejor.
-Vale, vale.-Silbó y llamo a Chester, su labrador.- ¿Llamo a Javi y Juanca y nos vamos a mi piso a
ver unas pelis o algo?
-No sé, no tengo muchas ganas la verdad.
-Vamos, no seas aguafiestas, ¿Qué mejor que ver una peli con
tus colegas, comida del chino, unas birras y unos vicios a la play? De tranquis
ya sabes, y mañana salimos.
-No, creo que me voy a ir a casa, mañana tengo que currar,
ya sabes eso de levantarte a las 8 de la mañana…
-Como quieras tío- se agachó y ató la correa al perro, se
irguió sobre sí y me tendió la mano.-
Entonces, nos vemos mañana, ¿no?
-Claro.
Le dí la mano y me dí la vuelta subiéndome el cuello de la
chaqueta y metiendo las manos en los bolsillos. Me fui a dar un paseo, a estar
solo, a observar las calles, a pensar. Supongo que en parte a compadecerme de
mi mismo, o puede que a no pensar.