Abrí levemente los ojos, aun estaba cansado. Alargué el
brazo para acariciarle el pelo como cada mañana, para acercarme y hundirme en
su pecho oliéndola.
Como cada mañana alargué el brazo, pero, a diferencia de
todos los días, hoy no estaba allí.. Abrí los ojos de golpe y la busqué en
todas las partes de las sábanas, pero allí no había nadie, excepto yo.
Cogí unos calzoncillos que había al pie de la cama, me los
puse y me levanté.
Me dirigí a la cocina pasando por la pequeña sala de estar
de color naranja y miré el reloj de cuco sobre la televisión, eran las 10.15h
de la mañana, “es imposible-pensé- que ya se haya levantado”.
No había nadie en la cocina tomando el desayuno. Sobre el
cenicero estaban los restos de un cigarrillo apagado con prisas, en la mesa dos
vasos todavía con whisky y otro con
restos de café con leche, los platos sucios en pila sobre el fregadero y mi
móvil en la encimera.
Fui hacia el baño, <<quizá esté en la ducha>>.
En el baño todo estaba en orden, la toalla sobre la mampara
de la ducha, el lavabo húmedo, el cesto
de la ropa sucia vacío y un cepillo para el pelo encima de la mesa del lavabo.
Volví a la habitación indignado, << ¿a dónde habrá ido?>>
me pregunté.
Aún estaba su ropa en el armario y sus zapatos tirados por
el suelo. Un pintalabios en la mesilla, y un lápiz de ojos junto con colorete y
rimel encima de la cómoda.
Sus llaves estaban en la entrada, recordaba haberlas visto
cuando volvía de la cocina.
Cogí un cigarrillo del paquete que había en la mesilla de
noche, quien sabe si era mío o suyo, no importaba lo mas mínimo, lo encendí con
su mechero rojo, me senté en la cama y pensé en la noche anterior.
Después de tantos días queriéndola como nadie, después de
tantas noches abrazado a ella, por fin me había dejado amarla.
Me había dejado amar su pálida y suave piel, su pelo rojizo,
no sé muy bien si era rubio o castaño, pero tenia destellos rojos, sus ojos
azules, sus pechos rosados, me había dejado amarla, por fin, como nadie lo
había hecho nunca, se había entregado a mi y yo a ella, había amado cada célula
de su suave cuerpo, cada pedazo de sus labios rojos y secos, había amado sus
finas manos, y había jugado con sus largas y preciosas piernas.
Ahora lo sabía era perfecta e iba a estar conmigo, éramos de
los dos.
Y entonces vi un papel en el marco del espejo de pared, al
lado de una foto suya con otra chica, junto a una foto de carnet mía.
Lo cogí, era una carta, de ella. Una carta suya que decía:
“No me juzgues por ser
quien soy, no me juzgues por lo de anoche, ni le grites a los cuatro vientos
que yo era para ti, no grites que me amas, no blasfemes ni me odies, te advertí
las consecuencias que traería enamorarse. Sabias que no podía sentir por ti,
que conté que nací con el corazón congelado y que solo en algunas ocasiones del
año parece calentarse, y que como cualquier iceberg flota a la deriva y no se
aferra a tierra ninguna.
Nunca digas que te
traicioné, ni me mentes de traidora, pues sabes bien que te amo, pero no como
tu deseas, eres consciente de que anoche
te amé como tu deseabas y también de que no era mi deseo, te conté muchas
cosas, fuimos uno, y por un instante supimos todo el uno del otro. No pienso
caer en la monotonía, no pienso atraparme, amar no es encerrarte en una
persona, amar es crecer y ser libre. Amar es muchas cosas pero no eso.
No me llames
mentirosa, sabes que nunca te mentí, no digas que quieres morir, pues en la
muerte no hay mas consuelo que el de los cobardes y el de los que no siente por
el mundo, el consuelo de aquellos que no se atreven con la verdad.
No intentes olvidarme
yo nunca te olvidaré, no llores, no me desees mas, solo quiéreme como anoche,
sin remordimientos ni penas, con dulzura y libertad de acto, se feliz por lo
que fue, por lo que vendrá, se feliz porque sabes que no soy nada, no soy nadie, una ilusión que
anoche se desvaneció aunque no lo sepas aún.
Anoche fui libre y hoy
tengo que liberarme de esa libertad.
Perdóname.”
Respiré hondo tres veces antes de venirme abajo: una, dos,
tres, ¡mierda!
Y ¿ya esta? ¿Eso es todo?
Mierda, lo sabía, ella y su libertad, pero ¿Cómo podía
hacerme esto?
Sé… sabía, que es un alma pura, libre, es frágil y es fuerte, es un muro impenetrable, dice que
me ama, pero se aleja de mi,
Es salvaje y natural, no le da miedo nada, no quiere nada, es
de hielo, pero sólo es fachada, sus ojos arden más que las llamas del
inframundo, es como una selva tropical.
Y a veces, sí, a veces te pierdes en ella y en su exoticidad,
en su aroma, y como en toda selva perderte en ella significa morir, hundirte en
un charco de lodo.
Es un alma perdida, cree que como cualquier selva debe
crecer a su antojo.
Ha sido una egoísta.
Me quedé colgado de una de esas trampas con lianas que se
hacen en el suelo y luego te quedan colgado cabeza abajo, me quede colgado en
ella, y luego me tragó, me asfixió una planta carnívora.
Mierda, no llores.
Miré a mi alrededor, todo esta igual que cada mañana, todo
huele y se ve como ella, sus cosas están aquí no se ha llevado nada.
Pero, si yo, yo… anoche, fui ella, anoche fue mía, ¿por qué…
ahora?
No podía ni pensar con claridad, acababa de ser enterrado en
vida, la mujer que mas había amado nunca, la única de la que me había
enamorado, se ha marchado porque… ¿Por qué me quiere? ¿Por qué se quiere?
Se ha marchado y no va a volver.
Que gris se ve la cama ahora, cuando esta mañana parecía
hecha de colores vivos, que triste el armario lleno de su ropa, que triste el
aroma de mi habitación…
Que triste nuestra relación…
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