viernes, 24 de febrero de 2012

Sueño otoñal de una noche de verano

Mientras, bailaba la cuerda floja sobre el hilo de una telaraña suspendida entre el alfeizar y la rama.
Mira cómo baila y se tambalea y se suspende, apareciendo y desapareciendo como el sol de diciembre.
Allá va, siendo reflejado con tenues destellos que lo asemejan con un acróbata de cristal.
Me ha mirado de reojo y me ha sonreído. Ahora frente a mi, suspendido en el vacío de su mente, con un gesto de malévola benevolencia, adelantando su rostro e inclinando la barbilla hacia el infinito que amenazaban sus pies, ha colocando los brazos en cruz, mirándome fijamente, brillando con el sol del sur, y como una hoja que planea por el aire otoñal, ha desaparecido, como una chispa leve saltando de una hoguera. Ha desaparecido, solo un segundo después de llamarme con la infinita maldad que desprenden sus indescriptibles ojos.

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