viernes, 2 de marzo de 2012

Sueño otoñal de una noche de verano (3)

Un árbol.
Un árbol blanco sobre un césped verde lleno de flores y algunas hojas secas. De una de sus ramas un columpio negro se movía con el aire, aunque allí no existía el aire. El césped se difuminaba con el blanco y la tierra quedaba limitada. Este lugar se encontraba suspendido en el espacio-tiempo. Alrededor de todo eso no había nada: vació. El eco de mis pasos retumbaba sobre el limite del vació ilimitado mientras caminaba hacia aquel pedazo de mundo. A medida que me fui acercando comencé a distinguir una silueta tras el árbol blanco, sin hojas, alto y alargado. Una silueta de un hombre que estaba de espaldas y vestía unos pantalones negros ajustados y una chaqueta marrón oscura desgastada. Me acerque lo suficiente como para hacer ruido pisando algunas hojas secas, sintiendo como sin moverse, con los brazos cruzados, abría levemente el ojo izquierdo y miraba hacia atrás de reojo. Me pare apenas  a un metro de su espalda y le mire sin mover un ápice de mi cuerpo. Bajo la pierna que apoyaba en el tronco, y mientras se metía las manos en los bolsillos se dio media vuelta.
Un gélido escalofrió me arañó la espina dorsal. Grises.
Otra vez aquellos ojos grises de mirada perversa y aquella media sonrisa.
Después, furia. Gritaba enfadado, y todo se tornó oscuro, turbio y ventoso, como si estuviera en medio de un tornado. Él gritaba y yo no escuchaba nada, los oídos me zumbaban y pitaban como una radio mal sintonizada.
Comencé a marearme y caí con fuerza al suelo sobre mis rodillas, agarrándome la cabeza a la vez que me tapaba los oídos. Acto seguido, él me cogió de la barbilla y me obligó a mirarle con brusquedad. Dejó de gritar y su rostro volvió a aquella frialdad inexpresiva que lo caracterizaba. Me apartó el pelo de los ojos agachándose para mirarme, y luego todo se volvió negro.
Desperté en mi cama, con la ropa puesta y empapada en sudor. La nariz me sangraba. Me levanté, pero las piernas me temblaban y los pies no soportaban mi peso, así que me limité a sentarme sobre el  colchón. Mire el reloj... había dormido 18horas... Volví a tumbarme sobre mi cama tapándome la nariz con los dedos. Me quedé dormida de nuevo...

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