domingo, 29 de abril de 2012

Melocotón (en almíbar). Tercera parte :


¿Nunca os habéis preguntado sobre la importancia de un simple brillo de ojos?
No importa si sonríes, si lloras, si estás serio, si mientes, si hablas o callas, esos ojos, tus ojos siempre dirán la verdad.
Cuando hablas y piensas en otra cosa, o cuando te preguntan y callas la verdadera respuesta, por muy convincentes que sean los rasgos de tu cara y la expresión de tus ojos, siempre habrá algo ahí en ellos que te cuenten la verdad, es como esa frase, aquella que todo el mundo dice: “los ojos son la ventana del alma”. Ahora comprendo esa frase, es como mirar por un ventanal al infinito, es como precipitarse, tirarse en un pozo sin fondo, asomarte al borde de un acantilado, sentir el viento en la cara, las olas rompiendo contra las rocas y observar el profundo mar que nunca termina de desaparecer a lo lejos de un color azul intenso. Como sus ojos, los de ella...

Me encantó desde que la vi, lo primero que pensé fue:”joder, que chica tan guapa, y encima es simpática”.
Era difícil. No podía evitar tontear con ella, se me erizaban los pelos del brazo cuando la rozaba, acercarme a ella y agarrarla de la cintura para hablarla al oído en un bar, decirle cualquier gilipollez del tipo: “que mierda de sitio, hace frío y es feo, pero por lo menos estas tú.” Y ella se reía, ponía una sonrisa muy grande, una sonrisa picarona, de pilla, muy bonita, con sus enormes ojos azules a juego. Era preciosa.
Entonces después de la sonrisa, me llamaba imbécil, o me seguía el rollo.
A mis 20 años, me sentía como un niñato de 13, no se me ocurría nada mejor para llamar su atención y buscarle las vueltas que hacerle la zancadilla o acariciarla cuando su novio, o lo que fuera, porque en verdad era un chico con el que andaba rondando, pero no tenían nada serio, no mirase, y ella medio me sonría medio no sabía que hacer por él, supongo. Pensaría: si le digo algo, él se va a dar cuenta y la vamos a liar, así que mejor me hago la loca.” Además, creo que tampoco decía nada porque en parte le gustaba que lo hiciese, lo pienso por las veces en las que se reía, o en las que me daba bola, o por la forma en la que ha terminado todo. En realidad nunca me ha dado bola acariciándome o haciendo esas cosas tan cantosas, cómo iba ella a hacer eso. Sé que soy un descarado, pero me encanta serlo, además, era eso o ni acercarme. Ella solo me daba bola al hablar.

Recuerdo una vez, uno de esos bares, de las pocas veces que salía por ahí con ella, que me acerqué a decirle algo, y como siempre la agarré por la cintura y me arrimé a ella todo lo que pude y me dijo: “¿te pegas tú mucho, no?” con una de esas sonrisas suyas. Entonces me aparté y separé las manos hacia arriba, e hice un gesto de indiferencia, era un juego, nuestro juego del “quiero y no puedo”.
-¿Yo? ¡Qué va! ¿Ves? No me pego.
-Ya.-Rió, como siempre.-No sufras, Prometeo.
-¿Prometeo?
-Sí, el Dios griego del fuego.
-Para ti, soy todo pasión, baby.

Me lanzó una carcajada en pleno corazón (igual de dolorosa que aquella águila que le arrancaba el hígado a Prometeo cada día), se dio la vuelta rápidamente, haciendo que me rozase en la cara su pelo rojizo con olor a vainilla, se paró un poco, y luego corrió con él, lo abrazó y lo beso. En esos momentos yo intentaba alejarme de allí, no me sentía a gusto, sentía incomodidad, envidia, y deseos de cogerla por la cintura,  echármela al hombro, raptarla y llevármela lejos para mí sólo.
A menudo soñaba despierto con ella al meterme en la cama por las noches.
Pensar, yo solo entre las sábanas, en ella, en sus caderas, su pelo, su olor, sus ojos azules, sus labios rojos, su piel, que hasta se excitaría la luna al rozarla… Aquel sentimiento extraño que sentía mezcla de impotencia y de otras muchas cosas que no logro identificar, me recordaba a una frase de una canción de “Extremoduro” que decía,  “Su piel, que me corro si me roza su piel”. Siempre se me habían erizado los pelos de la nuca con esa frase, y ahora mas que nunca. Pensar en ella de esa forma me producía una erección, y además de eso, tristeza. Pensar que ese idiota, la tenía sólo para ella. En realidad no tenía nada contra él, no lo conocía, pero me caía mal por ese simple hecho: estar con Olga. Me masturbaba con rabia al imaginármela toda ella para mi, y después ese idiota entraba en mi sueño y nos interrumpía para echarme en cara de nuevo que era suya, su, de él, y él era el que la tenia entre los brazos, posiblemente, durante toda aquella noche en la que su ausencia hacia que mi cama estuviese mas fría que nunca. Aquella noche, él estaría durmiendo con ella, mientras yo, pobre e ingenuo idiota, la pensaba y la imaginaba jugando entre mis sábanas.
Me corrí con rabia y asco enfadado conmigo mismo y después mientras estaba observando los cristales empañados que reflejaban las luces de la calle en las paredes de mi habitación, me dormí con esa sensación de mal estar.

-Maldita sea,  tío, te estoy hablando, ¿en que coño piensas?
-Ah, perdona tú, estaba… nada solo me he quedado en blanco, ya sabes no pensaba nada…
Quique llevaba un buen rato hablándome, y yo ni caso.
En ese momento pasaba por allí un par de niños corriendo, jugando al “tu la llevas”, uno tropezó y callose al suelo haciéndose una herida en la rodilla izquierda. Entonces se puso a llorar y su amigo fue, le dio la mano y lo levantó, se rió de él (o con él), le sacudió el polvo del pelo y le grito sonriente “Tú la llevas”, mientras salía corriendo.

-El problema de esta sociedad es que es indiferente.
-No es indiferencia, es egoísmo- le respondí.
-O ambas cada una, a nadie le importa lo que pasa a su alrededor, tienen sus vidas y nadie se solidariza con los demás, antiguamente en los pueblos, todos se ayudaban, todos se conocían, como una gran familia, si alguien necesitaba algo no tenia ni que pedirlo, todos lo ayudaban con lo suyo, incluso las habitaciones de los padres de familia no tenia puerta, todo se sabia. Ahora no, ahora no te interesa ni como le va la vida a un hermano…
-Todo es un recipiente de cristal de colores adornado y relleno de nada.
-¿Qué quieres decir?- Me preguntó Quique, greñudo y desdentado como siempre. Era un tipo agresivo cuando se enarbolaba, activista y fumador compulsivo, medio filósofo, medio filántropo. Le gustaba irse a correr por las mañanas y beberse una cerveza nada mas llegar a casa, antes de meterse en la ducha. Leía revistas viejas del montón que tiene sobre la mesa durante los anuncios de televisión, odiaba las películas de terror y también la mayoría de las comedias americanas. Y disfrutaba del desorden de su casa y de sus ceniceros hasta arriba de colillas.
-Lo que quiero decir, es que en las tardes vacías de verano, miro a mí alrededor y no veo nada, todo está en silencio, soleado, en calma, los niños corren y juegan en la calle sonrientes, inocentes, ignorando los problemas de sus padres, los accidentes que hay en el mundo, los atentados, las guerras y las masacres, el hambre del tercer mundo, las injusticias, las dictaduras y las represiones… Niños inocentes e ignorantes viven felices sin preocupaciones, y tú, desde tu ventana, si quieres puedes ver el mundo así, tampoco tienes a primera vista todos esos problemas, puedes olvidarte de ellos y despreocuparte, pero yo no. Puedes ver la luz del sol y la tarde despreocupada, pero no es más que un vacío emocional sin sentido, es todo falso, eso que crees es mentira., todo, absolutamente todo.-Miré de forma serena hacia el frente, le di un trago a la lata de cerveza que tenia entre las manos y pensé: “Podría olvidarme si quisiera, podría ver todo desde otra perspectiva, pero no puedo.

Si tú estuvieras aquí, olvidaría todo eso. Si estuvieras, lo arreglaría todo la cosa más maravillosa del mundo.
Si te tuviera aquí correría las cortinas y te vislumbraría desnuda mezclada con la textura de las sábanas, te observaría al trasluz de la ventana, maravillado.
No se escucharía nada, solo el sonido leve de tu respiración acelerada.
Adelantaría las yemas de los dedos sobre la fina línea que recorre tu espalda de norte a sur o de sur a norte, y después vagaría entre las curvas de tus caderas perdiéndome en tu ombligo para caer después por un acantilado y me perdería allí, y lo olvidaría todo. La mentira del mundo solo la podría borrar lo único real que conozco, lo único verdaderamente hermoso que hay en el mundo, solo conozco una cosa en todo el planeta que merezca ser amada y admirada por el ser humano. Tus labios rojidorados, y tus pechos rosados, el roce de tus pies jugando entre las sábanas, sentir tus uñas delicadas recorriéndome la espalda, tu aliento detrás de la nuca, y el leve sudor de tu cuerpo embriagando mi cama.”

-Oye, tú, de verdad,-Quique había seguido hablando- ¿me escuchas cuando hablo?
-¿Qué? Ah, sí, sí, claro…
Se me había quedando mirando seriamente acercándose apenas unos milímetros, observándome con el ceño ligeramente fruncido. Puso una mano en la barbilla, moviéndose la mandíbula de izquierda a derecha y de nuevo otra vez, entonces le miré de frente, hasta ahora lo había observado por la mirilla del ojo, se colocó recto y serio frente a mí, y dijo:
-Tío, me compadezco de ti, te ha quedado fatal.
-¿Qué, de qué hablas?
-Mira chaval, han pasado meses, no sé, ¿cuántos? ¿Seis, siete, quizá ocho? Y no paras de pensar en ella, yo ya ni siquiera me acuerdo de su nombre,  ¿Cómo se llamaba… mmm… Mónica?
-Olga, Quique, se llamaba Olga…
-Pues eso, que no sé que haces lamentándote aún, olvídala, ni siquiera la has vuelto a ver, no sé cómo te han hundido tanto, si solo fue un polvo, ¿no?
-Fue, mucho más que eso. Esa chica era perfecta, era lo más precioso que he tenido nunca. No fue solo un polvo, y no fue ni siquiera el polvo…
-Que no Fer que no, que una tía no te puede quedar así de tonto, que hay muchos peces en el mar…
-Sí, peces sí, pero sirenas muy pocas y muy difíciles de encontrar.
-Dios, no quiero verme nunca en tu pellejo.
-Deja el tema mejor.
-Vale, vale.-Silbó y llamo a Chester, su labrador.-  ¿Llamo a Javi y Juanca y nos vamos a mi piso a ver unas pelis o algo?
-No sé, no tengo muchas ganas la verdad.
-Vamos, no seas aguafiestas, ¿Qué mejor que ver una peli con tus colegas, comida del chino, unas birras y unos vicios a la play? De tranquis ya sabes, y mañana salimos.
-No, creo que me voy a ir a casa, mañana tengo que currar, ya sabes eso de levantarte a las 8 de la mañana…
-Como quieras tío- se agachó y ató la correa al perro, se irguió sobre sí  y me tendió la mano.- Entonces, nos vemos mañana, ¿no?
-Claro.

Le dí la mano y me dí la vuelta subiéndome el cuello de la chaqueta y metiendo las manos en los bolsillos. Me fui a dar un paseo, a estar solo, a observar las calles, a pensar. Supongo que en parte a compadecerme de mi mismo, o puede que a no pensar.





Sueño otoñal de una noche de verano (6)

Me abandonó. Se esfumó durante una época.
Hice algo mal y se alejó.
Llevaba una semana sin soñarle.
Me estaba quedando trastornada, pero seamos sinceros, no quería que desapareciese, aunque me matase. Si tenía que elegir cómo morir ya no quería morir a causa de la falta por espacio para las arrugas en mi piel, ni crearme un cáncer por el humo tóxico del tabaco. Si tenia que morir quería que fuera trastornada por él y su imagen y sus caricias con mirada de indiferencia en una cama.

Cuatro fueron los días exactos que dormí de forma normal y continuada. Cuatro noches sin soñar y durmiendo profundamente, pero la quinta volvió.
Volvió para no irse nunca:

Soñé o creí soñar, o quizá lo vi, allí frente a mi. A los pies de mi cama mientras yo dormía.
Estaba despeinado y vestido con su ropa oscura y desgastada. Se colocó hasta el borde de las sábanas y se sentó cerca de mis rodillas, ladeado para mirarme. Me acarició el pelo y la cara y luego se puso de cuclillas en el suelo, cruzando los brazos que apoyó en el colchón para reposar su cabeza a la altura de la mía. Se tiró así un largo rato, callado, sin decir nada. Sin hacer nada.
Jugó, después, con el relieve de las sábanas y paseó sus dedos hasta el bello de mi brazo que se erizaba al paso de su tacto.
Dejó su juego para marcharse, pues la luz comenzaba ya, a colarse por las rendijas de la persiana, pero antes de irse, allí de pie junto a mi cama, se inclinó y me besó la mejilla susurrándome al oído:
"Nunca más... Nunca más te dejaré sola".

miércoles, 18 de abril de 2012

Sueño otoñal de una noche de verano (5)

Me  estaba quedando dormida durante la clase. Llevaba días sin dormir más de dos horas seguidas. No paraba de soñar con aquel chico, a veces tenia pesadillas. Miraba por la ventana mientras pensaba en mis batallas nocturnas. Hacia frió y el día estaba ventoso y nublado. Las ramas y las hojas de los arboles se agitaban  nerviosas y angustiadas , al igual que yo por las noches.
Tenia tantas imágenes suyas en la cabeza que ya no sabia cual era cada sueño; sentía que me estaba volviendo loca poco a poco, que mi cerebro no funcionaba, que pensaba de forma y en cosas extrañas que me asustaban a mi misma, y una melodía cantada por ruiseñores difuntos no dejaba de patearme la cabeza. Los pitidos en los oídos iban y venían a su antojo; al igual que el deseo, que vuelve sin avisar.
Estaba agotada, decaída, y bueno, hecha un asco al fin y al cabo. Mis ojeras traspasaban el umbral de mi piel, mis ojos estaban rojos y la tez de mi cara muy pálida.
A medida que veía el viento maltratando las copas de los árboles recreaba el sueño de la noche anterior, preguntándome qué narices me pasaba:

La noche anterior habíamos estado en alguna casa de paredes blancas, con poca luz y algo lúgubre a pesar de no ser demasiado vieja. Me arrastraba  hacia algún sitio a través de los pasillos.
Flash.
Flash.
Nos encontrábamos sentado en un sofá y yo miraba un cuadro colgado en la pared. Éste retrataba una vela que miraba su reflejo en un cristal, su llama resultaba atractiva, parecía alumbrar la habitación. Estaba recostada en sus rodillas, tumbada en el sofá, él me miraba serio desde lo alto y me acariciaba la mano con la suya encima de mi abdomen. Poco después, subió la yema de sus dedos hasta mi cuello, tocándome detrás de la oreja y en los labios, mientras yo miraba distraída hacia otro lado con la mirada perdida en el vacío.
Me besó la frente y se dobló hasta rozar mi oído con la boca, susurrando algo. Esta vez los pitidos fueron mas leves y se entremezclaron con las palabras que esta vez sí pude oír, pero no distinguir. Sonaban con eco. Las palabras y los zumbidos se hacia el amor en las ondas que llegaban hasta mi tímpano.

Pensaba en aquel sonido constantemente, intentando separar las palabras, ordenarlas. Necesitaba saber qué me decía, pero no lo conseguía. Tenia la cabeza apoyada sobre la palma de la mano y estaba un tanto tumbada sobre el pupitre. Daba cabezadas, los parpados me pesaban y mis lacrimales se activaban.
"No te duermas, Raquel. No te duermas"
No aguantaba más, iba a quedarme dormida, y me daba miedo. No por el profesor, ni la clase, sino por miedo a soñar de nuevo.

Me vi otra vez en esa habitación blanca, con la cabeza en sus piernas, tumbada en aquel sofá. Me acariciaba los labios y comenzaba a inclinarse de nuevo buscando mi oído, y volvió a repetirlo. El sonido zumbante , las palabras y el efecto de eco se repetían exactamente igual que la vez anterior. Tenia los ojos abiertos como platos mirando algún punto del techo, afinando la oreja para encontrar una frase coherente en ese pequeño remolino lejano.
Él volvió a incorporarse y a acariciarme las mejillas, mientras yo repetía en mi mente los sonidos pronunciados una y otra vez. Y entonces lo escuche. Lo descubrí tras aquel  alboroto de ruidos débiles:
     "Te prometí que nunca me iría, pequeña"