miércoles, 18 de abril de 2012

Sueño otoñal de una noche de verano (5)

Me  estaba quedando dormida durante la clase. Llevaba días sin dormir más de dos horas seguidas. No paraba de soñar con aquel chico, a veces tenia pesadillas. Miraba por la ventana mientras pensaba en mis batallas nocturnas. Hacia frió y el día estaba ventoso y nublado. Las ramas y las hojas de los arboles se agitaban  nerviosas y angustiadas , al igual que yo por las noches.
Tenia tantas imágenes suyas en la cabeza que ya no sabia cual era cada sueño; sentía que me estaba volviendo loca poco a poco, que mi cerebro no funcionaba, que pensaba de forma y en cosas extrañas que me asustaban a mi misma, y una melodía cantada por ruiseñores difuntos no dejaba de patearme la cabeza. Los pitidos en los oídos iban y venían a su antojo; al igual que el deseo, que vuelve sin avisar.
Estaba agotada, decaída, y bueno, hecha un asco al fin y al cabo. Mis ojeras traspasaban el umbral de mi piel, mis ojos estaban rojos y la tez de mi cara muy pálida.
A medida que veía el viento maltratando las copas de los árboles recreaba el sueño de la noche anterior, preguntándome qué narices me pasaba:

La noche anterior habíamos estado en alguna casa de paredes blancas, con poca luz y algo lúgubre a pesar de no ser demasiado vieja. Me arrastraba  hacia algún sitio a través de los pasillos.
Flash.
Flash.
Nos encontrábamos sentado en un sofá y yo miraba un cuadro colgado en la pared. Éste retrataba una vela que miraba su reflejo en un cristal, su llama resultaba atractiva, parecía alumbrar la habitación. Estaba recostada en sus rodillas, tumbada en el sofá, él me miraba serio desde lo alto y me acariciaba la mano con la suya encima de mi abdomen. Poco después, subió la yema de sus dedos hasta mi cuello, tocándome detrás de la oreja y en los labios, mientras yo miraba distraída hacia otro lado con la mirada perdida en el vacío.
Me besó la frente y se dobló hasta rozar mi oído con la boca, susurrando algo. Esta vez los pitidos fueron mas leves y se entremezclaron con las palabras que esta vez sí pude oír, pero no distinguir. Sonaban con eco. Las palabras y los zumbidos se hacia el amor en las ondas que llegaban hasta mi tímpano.

Pensaba en aquel sonido constantemente, intentando separar las palabras, ordenarlas. Necesitaba saber qué me decía, pero no lo conseguía. Tenia la cabeza apoyada sobre la palma de la mano y estaba un tanto tumbada sobre el pupitre. Daba cabezadas, los parpados me pesaban y mis lacrimales se activaban.
"No te duermas, Raquel. No te duermas"
No aguantaba más, iba a quedarme dormida, y me daba miedo. No por el profesor, ni la clase, sino por miedo a soñar de nuevo.

Me vi otra vez en esa habitación blanca, con la cabeza en sus piernas, tumbada en aquel sofá. Me acariciaba los labios y comenzaba a inclinarse de nuevo buscando mi oído, y volvió a repetirlo. El sonido zumbante , las palabras y el efecto de eco se repetían exactamente igual que la vez anterior. Tenia los ojos abiertos como platos mirando algún punto del techo, afinando la oreja para encontrar una frase coherente en ese pequeño remolino lejano.
Él volvió a incorporarse y a acariciarme las mejillas, mientras yo repetía en mi mente los sonidos pronunciados una y otra vez. Y entonces lo escuche. Lo descubrí tras aquel  alboroto de ruidos débiles:
     "Te prometí que nunca me iría, pequeña" 

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