domingo, 29 de abril de 2012

Sueño otoñal de una noche de verano (6)

Me abandonó. Se esfumó durante una época.
Hice algo mal y se alejó.
Llevaba una semana sin soñarle.
Me estaba quedando trastornada, pero seamos sinceros, no quería que desapareciese, aunque me matase. Si tenía que elegir cómo morir ya no quería morir a causa de la falta por espacio para las arrugas en mi piel, ni crearme un cáncer por el humo tóxico del tabaco. Si tenia que morir quería que fuera trastornada por él y su imagen y sus caricias con mirada de indiferencia en una cama.

Cuatro fueron los días exactos que dormí de forma normal y continuada. Cuatro noches sin soñar y durmiendo profundamente, pero la quinta volvió.
Volvió para no irse nunca:

Soñé o creí soñar, o quizá lo vi, allí frente a mi. A los pies de mi cama mientras yo dormía.
Estaba despeinado y vestido con su ropa oscura y desgastada. Se colocó hasta el borde de las sábanas y se sentó cerca de mis rodillas, ladeado para mirarme. Me acarició el pelo y la cara y luego se puso de cuclillas en el suelo, cruzando los brazos que apoyó en el colchón para reposar su cabeza a la altura de la mía. Se tiró así un largo rato, callado, sin decir nada. Sin hacer nada.
Jugó, después, con el relieve de las sábanas y paseó sus dedos hasta el bello de mi brazo que se erizaba al paso de su tacto.
Dejó su juego para marcharse, pues la luz comenzaba ya, a colarse por las rendijas de la persiana, pero antes de irse, allí de pie junto a mi cama, se inclinó y me besó la mejilla susurrándome al oído:
"Nunca más... Nunca más te dejaré sola".

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