-Menudo
idiota Erika, me tiene harta. ¿Todavía no lo ha pillado, después
de casi un año? ¿Es medio retrasado o qué?
-Bueno,
tía, no sé, estas cosas son difíciles, no todo el mundo es como
tú.
-Pero
le dejé la carta, se lo repetí cientos de veces, lo que yo
necesitaba. Me hice a él durante meses y aún no lo entiende.
“Necesito alejarme de ti, no necesitarte, no quiero hablar ni verte
demasiado”. Eso me dijo el otro día cuando quedé con él para
tomar una cerveza, ¿te lo puedes creer?
-Claro,
yo haría lo mismo.
-Pues
entonces la loca soy yo. O sea, que me dice que no cree que vaya a
querer a alguien como me quiso o me quiere a mi, y no se le ocurre
otra cosa que alejarse, haber, no es tan difícil, yo le quiero
todavía mucho, no me preguntes cómo, pero le quiero, si en vez de
alejarse, aprendiese a quererme igual que antes, es decir, si me
quisiera lo mismo que cuando vivía con él, pero dejándome que le
contase cosas, aprendiendo a verme por ahí, a hacer cosas que le
molestasen, porque oye chica, yo también he tragado y lo sabes. Pues
eso si no se alejase y aprendiese a darme libertad total, a no
condicionarme, podría estar con él, hasta que él quisiera, hasta
que me muriese, pero no, el niño tiene que alejarse, olvidarme y
quererme menos… Esa no es la fórmula.
-No
es la fórmula porque tú le quieres.
-Pero
es que yo nunca le he dicho que no le quiera.
-Ya,
más o menos, te sigo, creo… De todas formas, ¿tú no estabas con
Alex?
-No
estamos, es raro, me gusta muchísimo, y es igual que yo, y con él
podría tener ese tipo de relación que Fer no me deja tener con él…
-¿Entonces,
Olga?
-Entonces,
no sé, estoy esperando a que Fer se de cuenta de cómo me tiene que
querer, no sé, es como la última prueba, ¿sabes? Si nunca se da
cuenta, me va ha perder para siempre, nunca podré volver a quererle
como lo he hecho, y con lo que le quiero, quiero dársela, pero si no
se da prisa…
-¿Sí?
-Pues
eso, que Alex me da mucho, si no se da prisa, puede que haya
encontrado a alguien…
-Oye.
-¿Qué?
-¿Qué?
-¿Cómo
es Alex?
-Pues,
no sé, como yo, pero en tío
-Yo
te diría que no te comieses mas la cabeza por Fer, pasa del royo,
como amigos y ya está, si el otro niño te gusta y encima te
entiende en todo ese royo que no te entiende Fer, y casi nadie, no sé
ni siquiera por qué te lo piensas..
-Porque
a Fer lo quiero mucho Erika, de verdad.
-Y
yo lo sé.-Me sonrió y la respondí con otra sonrisa agotada.-Ya sé
que lo echas de menos, pero le has dado muchas oportunidades y
siempre se confunde.
-Pero
se confunde, no aposta, sino porque en el fondo es un niño cariñoso
e inocente que no tiene ni idea de nada, un pequeño mocoso
irresponsable, si yo lo sé…
Me
miró mientras se reía burlándose de mí. Me sonrió como diciendo,
pequeña aclárate, aunque ya sepas todo.
-Oye
no me mires así.
-Es
que estas muy mona cuando te enfadas. Anda vamos a llamar Lur, que
debe de haberse quedado dormida, como siempre.
-Ya,-me
reí- seguro que anoche se inchó a porros, y cuando fuma a esa no
hay quien la despierte. ¿Cojo el coche y vamos a su casa?
-Claro,
pero no pienso darte para gasolina.
-Ja,
ja, ja, nadie te lo ha pedido, ¿desde cuando te pido yo para
gasolina sino nos vamos de viaje?
-Estaba
de broma.
-Lo
sé, tonta.
Fuimos
al piso de Lurdes, nos abrió la puerta su compañera Sofía, no he
visto chica más sosa y tiesa en mi vida. Nos metimos dando voces en
la habitación de Lur, que estaba dormida, como de costumbre…
-¡Ey,
qué pasa pequeña mujer que inverna!
-Sí
tía, pareces un puñetero oso...
-¿Pero,
que narices...? ¡Maldita sea! ¡A la hoguera perras molestas!
-Venga,
joder, Lurdes, -me quejé- sal ya de la maldita cama, que habíamos
quedado hace hora y media…
-¿De
qué te quejas? Tú también llegas tarde la mayoría de las veces…
-Puede…
pero… - cogí la almohada y se la tiré a la cabeza- ¡Levanta
ostias! ¡Jajá jajá!
-Serás
mala pécora… ¡dejadme vivir!
-Como
no te levantes, juro por mi padre que te tiraré un cubo de agua en
toda la cabeza…
-No
Erika no seas perra, que tú eres capaz…
-Pues
venga, arriba.
Lur
por fin salió de la cama. Encendió una barrita de incienso y se
prendió el cigarro. Puso el café a hacer, y mientras nosotras nos
sentábamos en el sofá ella se metió en el pequeño cuartito de
baño a lavarse la cara. Tenía una mirada decaída, como si hubiera
estado toda la noche de fiesta. con los ojos caídos e inchados.
Volvió a la cocina y salió con la cafetera, tres tazas y el cigarro
en la boca. Se sentó y dejó la china sobre la mesa.
-Mierda,
la leche.
-¿Y
el azúcar?
-Bah.
Me
levanté a por leche y azúcar mientras Erika ponía música. Lurdes
se remangaba los pantalones anchos y raídos y cruzaba las piernas
mientras yo cogía su cajetilla y le quitaba un cigarro.
-Y
bien. ¿Y cuál es el plan?
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