jueves, 21 de febrero de 2013

Melocotón en almíbar. (Parte 6)


-Menudo idiota Erika, me tiene harta. ¿Todavía no lo ha pillado, después de casi un año? ¿Es medio retrasado o qué?
-Bueno, tía, no sé, estas cosas son difíciles, no todo el mundo es como tú.
-Pero le dejé la carta, se lo repetí cientos de veces, lo que yo necesitaba. Me hice a él durante meses y aún no lo entiende. “Necesito alejarme de ti, no necesitarte, no quiero hablar ni verte demasiado”. Eso me dijo el otro día cuando quedé con él para tomar una cerveza, ¿te lo puedes creer?
-Claro, yo haría lo mismo.
-Pues entonces la loca soy yo. O sea, que me dice que no cree que vaya a querer a alguien como me quiso o me quiere a mi, y no se le ocurre otra cosa que alejarse, haber, no es tan difícil, yo le quiero todavía mucho, no me preguntes cómo, pero le quiero, si en vez de alejarse, aprendiese a quererme igual que antes, es decir, si me quisiera lo mismo que cuando vivía con él, pero dejándome que le contase cosas, aprendiendo a verme por ahí, a hacer cosas que le molestasen, porque oye chica, yo también he tragado y lo sabes. Pues eso si no se alejase y aprendiese a darme libertad total, a no condicionarme, podría estar con él, hasta que él quisiera, hasta que me muriese, pero no, el niño tiene que alejarse, olvidarme y quererme menos… Esa no es la fórmula.
-No es la fórmula porque tú le quieres.
-Pero es que yo nunca le he dicho que no le quiera.
-Ya, más o menos, te sigo, creo… De todas formas, ¿tú no estabas con Alex?
-No estamos, es raro, me gusta muchísimo, y es igual que yo, y con él podría tener ese tipo de relación que Fer no me deja tener con él…
-¿Entonces, Olga?
-Entonces, no sé, estoy esperando a que Fer se de cuenta de cómo me tiene que querer, no sé, es como la última prueba, ¿sabes? Si nunca se da cuenta, me va ha perder para siempre, nunca podré volver a quererle como lo he hecho, y con lo que le quiero, quiero dársela, pero si no se da prisa…
-¿Sí?
-Pues eso, que Alex me da mucho, si no se da prisa, puede que haya encontrado a alguien…
-Oye.
-¿Qué?
-¿Cómo es Alex?
-Pues, no sé, como yo, pero en tío
-Yo te diría que no te comieses mas la cabeza por Fer, pasa del royo, como amigos y ya está, si el otro niño te gusta y encima te entiende en todo ese royo que no te entiende Fer, y casi nadie, no sé ni siquiera por qué te lo piensas..
-Porque a Fer lo quiero mucho Erika, de verdad.
-Y yo lo sé.-Me sonrió y la respondí con otra sonrisa agotada.-Ya sé que lo echas de menos, pero le has dado muchas oportunidades y siempre se confunde.
-Pero se confunde, no aposta, sino porque en el fondo es un niño cariñoso e inocente que no tiene ni idea de nada, un pequeño mocoso irresponsable, si yo lo sé…
Me miró mientras se reía burlándose de mí. Me sonrió como diciendo, pequeña aclárate, aunque ya sepas todo.
-Oye no me mires así.
-Es que estas muy mona cuando te enfadas. Anda vamos a llamar Lur, que debe de haberse quedado dormida, como siempre.
-Ya,-me reí- seguro que anoche se inchó a porros, y cuando fuma a esa no hay quien la despierte. ¿Cojo el coche y vamos a su casa?
-Claro, pero no pienso darte para gasolina.
-Ja, ja, ja, nadie te lo ha pedido, ¿desde cuando te pido yo para gasolina sino nos vamos de viaje?
-Estaba de broma.
-Lo sé, tonta.

Fuimos al piso de Lurdes, nos abrió la puerta su compañera Sofía, no he visto chica más sosa y tiesa en mi vida. Nos metimos dando voces en la habitación de Lur, que estaba dormida, como de costumbre…
-¡Ey, qué pasa pequeña mujer que inverna!
-Sí tía, pareces un puñetero oso...
-¿Pero, que narices...? ¡Maldita sea! ¡A la hoguera perras molestas!
-Venga, joder, Lurdes, -me quejé- sal ya de la maldita cama, que habíamos quedado hace hora y media…
-¿De qué te quejas? Tú también llegas tarde la mayoría de las veces…
-Puede… pero… - cogí la almohada y se la tiré a la cabeza- ¡Levanta ostias! ¡Jajá jajá!
-Serás mala pécora… ¡dejadme vivir!
-Como no te levantes, juro por mi padre que te tiraré un cubo de agua en toda la cabeza…
-No Erika no seas perra, que tú eres capaz…
-Pues venga, arriba.

Lur por fin salió de la cama. Encendió una barrita de incienso y se prendió el cigarro. Puso el café a hacer, y mientras nosotras nos sentábamos en el sofá ella se metió en el pequeño cuartito de baño a lavarse la cara. Tenía una mirada decaída, como si hubiera estado toda la noche de fiesta. con los ojos caídos e inchados. Volvió a la cocina y salió con la cafetera, tres tazas y el cigarro en la boca. Se sentó y dejó la china sobre la mesa.
-Mierda, la leche.
-¿Y el azúcar?
-Bah.

Me levanté a por leche y azúcar mientras Erika ponía música. Lurdes se remangaba los pantalones anchos y raídos y cruzaba las piernas mientras yo cogía su cajetilla y le quitaba un cigarro.

-Y bien. ¿Y cuál es el plan?


No hay comentarios:

Publicar un comentario