Y corríamos descalzos por el bosque agarrados de la mano, caminábamos sobre la alfombra de hojas verdes y naranjas. No había rastro de humanidad por ningún lado, solos tú y yo.
Jugábamos entre los árboles, sonreían al vernos acurrucados bajo el verde follaje que deja pasar a cachitos y ratitos rayitos de luz entre las hojas, me sonreías, me tocabas, me hacías, me dejaba hacer...
Y allí bajo aquel árbol grabamos nuestros nombres a piedra, nos clavamos la mirada al unísono, me agarraste y echamos a correr de nuevo. Miramos atrás, y supimos que no volvería a vernos nadie jamás.
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