viernes, 5 de abril de 2013

Las casillas de mi vida


Enamorarse de un diamante y del aire que respiras no es lo mismo, ni siquiera parecido. Lo que quiero decir es, que a veces nos enamoramos de esa persona que nos llama tanto la atención, esa que es preciosa y hermosa, exótica, diferente, la vemos realizada por encima de cualquier otra, casi irrompible, cristalina, brillante, en definitiva, una joya de valor incalculable.
La deseamos y nos cegamos ante su brillos impecables.
Hasta que te terminas dando cuenta de que eso no es lo que necesitas, que eso solo es una ilusión, que de verdad no te llena, es decir, sí, un diamante es precioso y todo eso, pero una vez que lo tienes, ¿qué pasa? Lo ves y te maravillas, ¿y después? ¿Qué crea en ti? ¿Qué supone para ti tenerlo? ¿Te ayuda en algo? ¿De verdad te hace más feliz?
Cuando te enamoras del aire que respiras, te enamoras de aquello que a estado ahí siempre, dándote aire, dándote vida, pero que ni siquiera te habías fijado antes, ahora sí te das cuenta de cuantísimo te hace falta que siga estando ahí, de lo que supone en tu vida, y de lo hermoso que verdaderamente es.
Piénsalo, mira a tu alrededor, los arboles, las plantas, el cielo, la brisa, el vuelo de los pájaros, tu respiración, tu propia vida, todo eso es gracias al aire que respiras. No se ve, pero se siente.
Y verdaderamente el aire es mucho mas importante para ti y muchísimo mas necesario que un simple diamante. Ese aire te a salvado de ahogarte tantas veces...
Eso si que tiene un valor incalculable.
Por eso es mucho mas bonito que te digan que te quieren o que eres como el aires que respiras de alguien que te digan que eres tan valioso como un diamante, porque para mí, un diamante no es ni la mitad de necesario ni tan bonito como la vida.

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